Estas son algunas de las tantas anécdotas en mi vida deportiva…
Entre los 11 y 12 años, allá por el año 1956 aproximadamente, los sábados por la tarde y domingos a la mañana en el club Platense, solía ganarme monedas de los socios que se acercaban a la cancha abierta del club, y me pedían que le pegara al tambor, parándome en cada uno de los números hasta llegar al 7, para luego repetir lo mismo pero volviendo al 1 nuevamente. La idea era atinar al tambor, sin fallar y teniendo una sola oportunidad por número.
En el año 1959 aproximadamente, teniendo 14 años, yo jugaba en segunda categoría para el Club Platense y durante los partidos, con aquellas paletas chiquitas solía enviar la pelota afuera de la cancha (empleando la actual pegada conocida como “dos paredes altas» afuera) utilizando “el efecto”, algo desconocido para esa época.
Este efecto lo solía agregar en los partidos, lo cual hacia que la pelota al picar, tomara cualquier dirección, lo cual molestaba a mis rivales, ya que nadie podía precisar la direccionalidad de la misma. En esa época nadie conocía este “golpe”, lo cual motivaba al descontento de los demás, porque consideraban que lo hacía de fanfarrón. Sin embargo, la realidad era que yo, con tan solo 14 años quería buscar golpes distintos.
Recuerdo también hacer uso del golpe “tres paredes” en donde le pegaba a la pared cortita de la derecha, y la pelota seguía su recorrido por el frontón y luego por la pared larga de la izquierda, para luego picar y salir fuera de la cancha. Esta trayectoria de la pelota, que duraba pocos segundos, desconcertaba a todos, motivando el descontento hacia mí.
Otro recurso que también utilizaba era pegar en la pared izquierda, frontón, pared de la derecha y la pelota regresaba a la pared izquierda (todo esto sin tocar el piso) para luego picar e irse afuera. Cuando alguien me preguntaba como se llamaba el “golpe” que había realizado, yo respondía: “la caracatanga”.
Los recursos mencionados anteriormente, solía usarlos años después, para tener mas posibilidades al momento de jugar en las Copas Baleani y 9 de Julio (en las cuales tenía que dar ventaja), disputadas en el Club Ciudad, en donde debía jugar contra categorías inferiores (hasta 3ra), y darles ventaja de hasta 21 tantos, jugándose en aquella época hasta 30 puntos.
En el año 60, junto a Gabriel Uber (representando a la unión Argentina de Pelota para capital federal), fuimos a Santa Fe a inaugurar una cancha de Arroyo Seco.
Tuvimos que jugar contra Santa Fe, que alistaba a Santos Belluzo, quien había sido campeón mundial en el año 58 (junto a su compañero Diaz). Al verme, Belluzo esbozó delante de los demás una sonrisa, mencionando: “a este pibe le hace falta comer un buen plato de fideos”.
Belluzo, al finalizar el partido, se tuvo que aguantar las cargadas de quienes estaban viendo el partido, ya que perdió contra nosotros. Para mi fue una gran satisfacción, le había ganado al campeón mundial.