Llenó una época en cancha abierta, logrando una gran cantidad de títulos como jugador y técnico de la selección Argentina. Elogiable y admirable es la historia de su trayectoria, la cual comienza cuando tenía tan solo 6 años…”

Fue considerado por el diario Clarín (el 8 de Enero de 1981) como «el mejor delantero del mundo en Paleta a Paleta en Frontón».

Apasionado, simple, modesto, familiero, cala­mar… Son algunos de los adjetivos que sirven para pintar el perfil de un ver­dadero grande del deporte.

Grande por los títulos conseguidos en el pasado y por el ejemplo que seguirá siendo siempre. Sólo un par de horas de charla alcanzan para hacer esa radiografía de Ángel Armas, el eterno campeón de Paleta que hoy, es el técnico de la Selección – tanto de may­ores como de juveniles –


Es un hombre que le ha dado todo al deporte, al que in­gresó a los 6 años y en el que permanece firme y vigente en la actualidad con la misma ilusión del pri­mer día: ganar, demostrar que se es mejor, divertirse y divertir, competir sanamente, enrique­cerse humanamente con los va­lores espirituales del juego… Toda la gama de aristas positi­vas que tiene el deporte.


Ese es el punto. Así lo vemos después de tres horas de entre­vista con Armas. En ello radica la importancia de su paso por la paleta, no decidir si fue el más grande de todos o si en la com­paración resulta mejor o peor que aquel otro. Porque de todos sus conceptos nos quedamos con uno especialmente:


Todo lo que he ganado en estos años fueron amigos, muy buenos amigos. Pero soy feliz, tengo una linda familia y me di el gusto de hacer lo que quería: jugar a la paleta. Lo soñaba desde que tenía cua­tro años, cuando vivía enfrente de la vieja cancha de Platense y me pasaba el día entero mirando jugar a los mayores. Yo quería hacer eso mismo, jugar, ser el mejor, ser campeón. Y lo hice, me siento satisfecho.


Cuenta Ángel José Armas que nació el 10 de diciembre de 1945 en el límite entre Núñez y Saavedra, justo en la esquina de Manuela Pedraza y Crámer, donde por muchos años hubo un bastión deportivo llamado Club Atlético Platense.

Nací, y viví hasta el día en que me casé, enfrente de la vieja cancha de fútbol de los calama­res. Soy hincha y socio (tengo el número 155) de Platense desde que tengo uso de razón. En esa época el club tenía dos canchas de paleta abierta y después del fútbol, la pelota era el deporte de más importancia. Para mejor Platense en esos años en fron­tón era el número uno, y ojo que no lo digo por fanatismo, salía campeón todos los años. Así que yo sólo tenía que cruzar la calle y meterme en el frontón. Mi papá no jugaba a esto, me agarró la pasión a mí de ver tanta activi­dad en el club. Eran años de es­plendor en Platense, jugaban Manuel y Esteban González y Horacio Buscaglia, yo los iba a ver todos los partidos, estaba todo el día ahí, venía del colegio, dejaba el portafolios y salía co­rriendo para la cancha.

– ¿Cuándo comenzaste?

A los nueve años, en Infanti­les, después pasé a Cadetes, Cuarta, Tercera y Segunda an­tes de llegar a Primera. Antigua­mente esas eran todas las cate­gorías que había y las hice to­das, saliendo siempre campeón. ¿Sabes quien era mi compañero? Hum­berto Ballesteros, aquel arquero de River que se hizo muy famoso en Perú, anduvo tan bien en Uni­versitario que lo nacionalizaron y jugó en la Selección Peruana. También era del barrio y empe­zamos juntos, nos llevábamos bien, pero un día vino y me dice: «Largo». Se había ido a probar a Sacachispas como defensor pero faltaba un arquero, lo invita­ron a jugar en los tres palos y quedó. Después lo compró Ri­ver. Yo también jugué al fútbol, hasta la cuarta de Platense, era ocho, pero más o menos.

– ¿Y después que se fue Ba­llesteros?

Seguí con Hugo Boreau y Roberto Vai, yo ya en tercera iba como delantero, porque al princi­pio era zaguero obligado por las circunstancias, faltaban pibes en ese puesto y tenía que jugar. En 1960, con 15 años debuté en Pri­mera junto a Manuel González. Fuimos campeones de la Unión. «Fue un sueño porque yo era chico todavía. Imagínate, salir campeón el mismo año que debutaba y nada menos que en Platense…», y dejaba la frase suspendida como para que uno trate de imaginar su sentimiento.

La emoción del pibe se le dibujaba en el rostro a este muchacho grande cuando habla de viejas épocas, entonces es más fácil comprenderlo, porque el gesto ilustra las palabras, y el tono apasionado les pone la música justa. «Se jugaba por la camiseta. Yo jugaba para Platense y eso era un orgullo. El sólo hecho de tener un carnet que nos acreditara como represen­tantes del club nos conformaba, y si nos daban un buzo ya tocábamos el cielo con las manos». Aquel Metropolitano del ’60 fue, en definitiva, el primero de una serie interminable que se pro­longó por tres décadas reple­tas de triunfos y de gloria, en las que cambiaban las pare­jas y los clubes, pero que siempre tenían a Ángel Armas campeón.

– Lo que sigue es bastante más conocido.

Sí, claro. Bueno, seguí en Platense con Manuel González y a veces intercalaba algunos partidos con su hermano Este­ban. Ganamos el título en serie hasta 1968. En el ’69 pasé a Boca y formé equipo con Carlos Jaurena, un jugador bárbaro. Ese año el campeonato volvió á quedar en manos de Platense, esta vez con Juan Carlos Preci y Esteban González pero desde el 70 al 75 fuimos campeones nosotros. Ahí en Boca alterné al­gunas veces con Jorge Goyetche, Víctor Aramburu y Celestino Marcos, aunque el zaguero titu­lar era Jaurena.

Hasta que te volvés a Pla­tense, que evidentemente es parte de tu vida. Sí, es verdad. Volví y con Silvestre Vázquez ganamos los torneos de 1976 y 1977. Y luego jugué junto a Ro­berto Am siete años para River, de los cuales ganamos todas las copas y torneos que se jugaron esos años. Luego de jugar en River, continuamos en el Club Ciudad de Buenos Aires, ya que además de ser buenos compañeros de juego, tenemos una excelente amistad.

Ya nos contó toda su trayecto­ria en frontón, que incluye 28 temporadas, cuatro clubes y 24 títulos metropolitanos, faltan los argentinos y los mundiales. Tam­bién es larga la reseña: 7 veces campeón argentino y campeón mundial en tres oportunidades.

Siempre representé a Capi­tal, logré varios títulos con Jaurena y también un año con Aarón Sehter. Gané cuatro torneos rioplatenses (2 en pareja y 2 individuales), y tres mundiales. Siempre en can­cha abierta.

Estuve en seis cam­peonatos mundiales. Arranqué en 1966 en Uruguay junto a Jorge Goyetche y Daniel Tripicchio. Yo no jugué la final. Fuimos subcampeones detrás de México.

En el ’70, en San Sebastián, otra vez segun­dos de los charros. Formé con el Vasco Olite, íbamos ganando la final 28 a 21 pero epezamos a discutir, nos enojamos entre nosotros y perdimos 30-28. Una lástima porque ese partido es­taba terminado y era nuestro.

En el ’74, otra vez en Uruguay, fui con Jaurena, el Vasco Olite y Sehter. Ahí sí, campeones.

En el ’78, en Biarritz, nos presenta­mos con Jaurena, Sehter y Diego Torreira. Otra vez México en la final y otra vez campeones. Además, estableció un record insu­perable al vencer a uruguay, por 30 a 0. Recuerdo ese mundial con mucho cariño, porque la final la jugué con Carlos Jaurena, que es un gran amigo mío, y fue una satisfacción salir campeones juntos y jugando bien.

En el ’82 fuimos con Héctor Falé, Jorge Lecumberry y Quique Seh­ter, campeones.

En el ’86 (y último), con Ricardo Rinaudo, Rodolfo Bazán y Mario Giri volvimos a ser segundos. Nos ganó México el último partido – a Giri y a mí – 30-27 después de dos horas y media de juego, un partido tre­mendo. Ese mundial, tuve el honor de ser (elegido por toda la delegación) abanderado de la selección Argentina.

En el ’90 estaba nominado para via­jar al Mundial, pero una lesión en la rodilla lo obligó a una operación y decidió abandonar la práctica com­petitiva de la Paleta. Pero, cinco años después, volvió. «Tenía un poco de miedo por la rodilla, pero la ilusión de jugar con mi hijo era más fuerte y me largué igual. Ganamos el campeonato de Primera «B » en 1995, ascendimos y yo me retiro. Ahí si dejé definitiva­mente, ya me había dado el gusto. Mi hijo juega en -en el año 96 con Cachorro Scolaris- y salen campeones de primera A.

Recuerdo mucho mi debut representando a Capital. Fue en Arroyo Seco, yo tenía 15 años nomás; jugamos contra Santa Fe, que alistaba a Santos Belluzo, que había sido campeón mundial, y les ganamos. Era un desafío hecho con motivo de la inauguración de una cancha.

Quizá también val­ga, a manera de presentación, señalar que Armas es un purista del juego, un jugador habilidoso, perfeccionista en la búsqueda del tanto, tirador basado más en la colocación de la pelota que en la potencia. Con esos argumen­tos se convirtió en un ganador durante un cuarto de siglo com­pleto, época donde si bien es cierto no abundaron jugadores excepcionales, Armas es el refe­rente máximo. Le proponemos justamente este último punto como tema, el de los jugadores, ya que consideramos valiosí­simo su testimonio por haber lle­gado a jugar, pese a su juventud, con tres generaciones de pelota­ris.

En abierta, hablando de can­cha tipo, o sea con pared larga a la zurda y corta a la derecha, como zaguero me quedo con Manuel González, para mí, el mejor. Era lo que antes llamaban una pared, devolvía todo. Y cuando tenía que tirar, definía. No era un habilidoso, pero sí muy seguro. Si la tenía medio servida en el 4 o 5, ni te convenía correr, apuntaba al tambor y la metía. Un tipo de diez puntos siempre. Otro muy bueno fue Jaurena; yo no diría igual que González en rendimiento, a éste le daría nueve puntos, pero tam­bién era muy parejo siempre. Al igual que ellos, Roberto Am fue un zaguero que me permitió complementarme, logrando el nivel de una pareja fuerte. Fueron los 3 zagueros más importantes de mi carrera, con quienes más títulos gané.

– ¿No hiciste incursión en otras modalidades?

Bueno, durante los mundia­les también intervine en frontenis. Jugué siempre, desde el ’66 al ’86 y todas las veces fuimos subcampeones detrás de Méxi­co, que es imbatible en esto, me­nos en el ’70 que entramos terce­ros. Pero, en el ’82 estuvimos cerca del triunfo. Con Federico Elortondo íbamos ganando hasta casi los veinte tantos y después caímos 30-23. Elor­tondo jugó un partido impresio­nante. Es un jugador que anda bien en cualquier especia­lidad, con cualquier herramienta en la mano, igual que Gerardo Roma­no.

«Argentina y México son las potencias, pero allá la Paleta es deporte nacional. Tienen miles de can­chas en todo el país, y en eso nos sacan ventaja.»De todos modos, y apesar de esa diferencia, los nuestros y los aztecas están, mano a mano, por encima del resto.

Antes y después, ayer y hoy, mejor o peor, más lindo o más feo, todas disyuntivas que siem­pre se manejan -y se maneja­rán- en todos los deportes y to­das las épocas. Un tema que también tocamos con Armas.

Cuando empecé a jugar se usaba la pelota «Chispa» que era muchísimo menos viva que la actual. Además se jugaba con la paleta chiquita, nada que ver con la de ahora. Yo a veces la miro a aquellas y digo: ¿Cómo hacía­mos para jugar con esto? Sin embargo se jugaba bien igual. Para definir y ganar el tanto, aquella pelota era mejor’. Metías un tambor y se moría ahí. La de ahora te baila. En la actualidad, en cerrada, si un tambor no tron­quea, es un penal en contra. Y la cortada entra poco. Sin em­bargo para la vistosidad del juego esta pelota es más linda.

– ¿Y el juego, cuál es más atractivo, el de ayer o el de hoy?

Yo simplemente digo que la pelota, cuando no se tira, me aburre. Y hoy se juega mucho sobre derecha, alta. El delantero no entra en juego. Y si el zaguero rival no quiere que la toque, no la toca, pega siempre arriba y ch’au. Creo que se tiene dema­siado respeto a la reja y a las dos paredes. Yo no sé si bajar la chapa de arriba sería una so­lución, pero si eso obliga a los zagueros a bajarla pelota, enho­rabuena. En los mundiales pasa algo similar. En abierta se juega en esas canchas sin pared a la derecha que hacen que se cuide tanto el partido que no se arriesga nada y en consecuencia no hay nada lindo para ver.

– Ya que nombras la cancha abierta y que estamos en la dis­yuntiva del ayer y el hoy, ¿por qué declinó el frontón, si fue jus­tamente ahí donde la paleta se convirtió en una pasión?

La cancha abierta tiene, en comparación con la cerrada, la desventaja del factor climático. Molesta el sol, la lluvia, el viento, el frío; es más fácil que los par­tidos se suspendan. Además con el tiempo se fueron constru­yendo más trinquetes que fronto­nes. Hoy mismo, el que hace una cancha la hace cerrada. Por todo eso hay muchos más jugadores de trinquete que de frontón. Pla­tense mismo, antes tenía dos frontones y ningún trinquete. Hoy tiene uno y uno. Pero el frontón sigue siendo el semillero. Por lo general todos los de trinquete, en especial los del Interior, co­menzaron en frontón.

– ¿Por qué la separación de la pareja Armas – Jaurena?

En los distintos torneos representando a Boca, durante seis años ganamos ab­solutamente todo lo que disputa­mos, Oficial, copas, todo. Justa­mente por eso yo creo que la Fe­deración decidió abrir la pareja poniéndonos a los dos las cruces que nos impidieron volver a jun­tarnos.

– ¿Y como te sentís? ¿Pen­saste alguna vez en el retiro?

Me siento bien físicamente, y todo depende de eso. Si te da el cuero, podes darle. Además tengo un gran apoyo de mi familia y para mí eso es fundamental, diría que lo más importante de todo. Te­niendo tranquilidad en tu casa todo te sale mejor.

– Estamos terminando. Contanos una anécdota, suponemos que tendrás muchas.

Sí, como mil, pero no me acuerdo de ninguna. Hace memoria, debe haber alguna linda. La encontramos nosotros por él, en una nota que Clarín le hizo en 1981. «Una vez, en una copa con ventaja, perdíamos 28 a 0 contra Liberal de Chicago y ganamos 30 a 28».

– ¿Lo más gratificante de la paleta?

El ambiente. Sano, bueno para los pibes. No creo que haya otros deportes con mejor am­biente que este.

– ¿Lo mejor que cosechaste en todos estos años de paleta?

Los amigos, para mí lo más importante. Acá plata nunca hubo. Y conocer algunos luga­res, como Europa, que de otra forma me hubiesen sido inalcan­zables.

Queda claro que los afectos son lo más importante en la vida de Ángel Armas. El respeto a los amigos, la pasión por Platense y el recuerdo imborrable de aquel equipo de Miranda, Muggione, Bulla, Subiat, y Medina. El eterno agradecimiento a la Paleta y, por supuesto, el amor por su familia. Por Alicia, su esposa, y por Mariano y Christian, sus hijos que siguen el mismo camino.

Después de tres horas de charla amena y cordial, se olvidó de mencionar su título más im­portante, el que logró a través de toda su carrera y que le fue entre­gado por ese mismo ambiente que él tanto aprecia: el título de buen tipo.

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Fragmentos extraidos de las entrevistas realizadas en:

«Actualidad Calamar». Marzo de 1998
«El Mundo de la Pelota». Nros 028 y 115